jueves, 18 de octubre de 2012

Atracón postapocalíptico


 

Menudo atracón postapocalíptico que me he pegado. Me he leído La carretera, La chica mecánica y Oryx y Crake de un tirón, una tras otra. Son novelas muy distintas, aunque tienen puntos en común, uno de ellos su enorme calidad, y las tres me han gustado, pero la verdad es que necesito un descanso y ponerme a leer cosas más alegres. 

En realidad, La chica mecánica no es propiamente dicho postapocalíptica, ya que la civilización humana sigue presente, no ha sido aniquilada, aunque debido a los efectos del cambio climático (elevación de las aguas, ambiente cálido y húmedo, proliferación de enfermedades) se nos muestra un mundo muy distinto del actual, en el que el comercio global es prácticamente una reliquia y las plagas hacen muy difícil la supervivencia. En las otras dos novelas sí que se describe un mundo en el que ya no existe la civilización, no hay comida disponible, y los protagonistas hurgan entre los despojos de las casas en busca de alimentos, ropa, utensilios o armas con los que defenderse.

Oryx y Crake es, sencillamente, una obra maestra. Es una novela de personajes. La personalidad de los protagonistas principales, Jimmy u Hombre de las Nieves, Oryx y Crake, son dibujadas minuciosamente y con maestría a lo largo de la novela. Además, a diferencia de las otras dos novelas (y de otras muchas como Soy leyenda o El cartero), se presta principal atención a lo ocurrido antes de la catástrofe, a cómo se llegó al apocalipsis, y se describe con detalle cómo era la sociedad preapocalíptica. Lo que mueve la novela es saber qué le ha pasado a Hombre de las Nieves, cómo ha llegado a ser el último hombre sobre la tierra. La historia va ganando fuerza a medida que avanza

Resulta también muy interesante la descripción de la sociedad, fuertemente polarizada, en la que las desigualdades sociales y económicas son enormes. Las grandes multinacionales genético-farmacéuticas dominan el mundo. Sus trabajadores viven aislados en los “complejos”, una especie de enormes búnkeres donde gozan de todas las comodidades. El resto de la población, la clase baja, vive en las “plebillas”, separados físicamente de la clase pudiente.

La novela comparte con La chica mecánica la descripción de un mundo sometido a los vaivenes del cambio climático, y en el que la ingeniería genética juega un papel fundamental, proliferando gran variedad de nuevas especies animales y vegetales creadas por el hombre con diversos fines (aunque en La chica mecánica son principalmente vegetales). Obviamente, en ambas obras están presentes nuevos virus y microbios que transmiten enfermedades devastadoras, algunos creados ex profeso con fines económicos. Transmite por tanto un temor muy presente, el de que esas creaciones se nos vayan de las manos y provoquen grandes desgracias. Es, desde luego, un tema actual, que va a ser de gran importancia en un futuro próximo. La clonación de animales (como la vaca Daisy, creada para producir leche antialérgica, y que curiosamente nació sin rabo) o la investigación con embriones suscitan grandes controversias éticas. La cuestión es todavía más peliaguda si hablamos de la selección genética en humanos. Ya hay empresas que ofrecen elegir hijos a la carta (color de ojos, eliminación de enfermedades congénitas, bebés seleccionados genéticamente para servir de donantes, etc.). De todas formas, no estoy de acuerdo con esa visión pesimista de la Ciencia que se ofrece en muchas novelas de ciencia ficción. Los avances científicos conllevan peligros, pero también grandes beneficios.

El final de la novela es abierto, dejando a la imaginación del lector qué decide hacer con su vida el protagonista. Eso es quizá lo que menos me ha gustado de la novela.

En breve me leeré otra gran obra de esta autora: El cuento de la criada.

La carretera es una novela muy distinta a Oryx y Crake, a pesar de partir de partir de un punto inicial muy parecido. En esta ocasión son dos personas, un hombre y su hijo, los que vagan por un mundo devastado, gris, calcinado, donde ya no hay animales ni plantas de los que alimentarse, y tan solo quedan los despojos de una civilización derruida. No es una novela de acción. Prácticamente no pasa nada. O más bien pasa todo el rato lo mismo. 

No se sabe nada de lo que ha ocurrido, se intuye que una catástrofe nuclear. Padre e hijo viajan por la carretera hacia el mar, rebuscando en las casas abandonadas algo que llevarse a la boca, escondiéndose de los grupos de caníbales que acechan en el camino.

En cierta manera es terrorífica. Transmite una angustiosa sensación de desesperanza, una desazón de la que solo puede liberarte la muerte.

La carretera es, en definitiva, una novela cargada de lirismo, despiadada, que hay que saborear despacio, sin esperar grandes aventuras, ni heroicidades, ni intrigas, ni un argumento complicado y lleno de giros. La historia es áspera, lineal, semejante al mundo que describe. Y aun así, engancha. No en vano ha sido best-seller en EEUU y premio Pulitzer.

En La chica mecánica la escena se sitúa en Tailandia. Las trazas de un mundo futuro enfermo, acosado por la subida del nivel del mar y por las plagas, se van mostrando poco a poco en el contexto de una historia en la que interactúan un neoser (una “chica mecánica” japonesa despreciada por todos), un neocolonialista extranjero que trabaja para una poderosa compañía de ingeniería genética, dos camisas blancas (esbirros del ministerio de Medio Ambiente, que lucha contra la intrusión de productos alimentarios extranjeros y contra la aparición de plagas) y un tarjeta amarilla (un chino exiliado que lucha por su supervivencia).

Al igual que en Oryx y Crake, se describe un mundo en el que las multinacionales de ingeniería genética ocupan un lugar dominante en el mundo, e intentan someter a todos los países con su yugo. En particular, la trama de La chica mecánica se desarrolla en el contexto de un país, Tailandia, que lucha denodadamente por conservar su independencia, para lo cual es fundamental poseer sus propias semillas de alimentos libres de enfermedades. Por otro lado, la energía es un bien escaso que se obtiene por medios mecánicos via tracción animal (con megodontes, enormes paquidermos fruto de la ingeniería genética) o incluso por personas (gente pobre semiesclava, por supuesto).

Es una historia amena, escrita con un estilo bastante fluido y ágil (aunque quizá con un excesivo número de términos en tailandés), que describe un futuro cercano y que nos avisa de los peligros que nos acechan. A mí me ha gustado, y la considero muy recomendable.

Otra reseña de esta novela se puede leer en Literanda.